sábado, 20 de abril de 2024

Las ecuaciones de Miguel Isla en el Palacio de Pimentel.

 


A veces uno piensa si cuando ve una obra de arte -una escultura, un cuadro, un edificio, un utensilio doméstico- no estaremos viendo realmente al autor. De hecho nos despistamos y tendemos a buscar la fotografía actual o el grabado antiguo para ver el rostro de un artista. Pero aquel rostro, ¿qué nos dice del hombre que crea? Probablemente nada. Pero si nos entregamos a la contemplación de lo que el artista ha generado con su capacidad lo vemos todo, casi todo, sobre él. El arte es principalmente la plasmación de la capacidad humana para representar de mil maneras lo existente ante los ojos o lo imaginado, que también es existencia. Y tras ese uso de la capacidad podemos aproximarnos a la personalidad del autor, a lo que llamarían algunos su alma. Su íntimo mundo de emociones, sentimientos, visiones de la naturaleza y de la vida.

En la escultura hay un intento de ocupar el espacio. Pero un espacio se ocupa cuando se desnuda. La piedra abigarrada o la madera virgen se ocupan a sí mismos en la naturaleza, sin necesidad de la mano humana. Pero cuando se extraen los materiales para configurar una representación que interesa al artífice se opera la metamorfosis. Y la naturaleza cede el testigo de su nobleza a la intención del cincelador. En el caso de un escultor como Miguel Isla ocupar un espacio es ante todo vaciarlo. O, mejor dicho, relacionarlo con el vacío que está ahí siempre evitando que el volumen opaque el significado. Y así las masas originarias se transforman a través de las curvas, de lo cóncavo y lo convexo, de las distancias entre planos y líneas que se armonizan, dando paso a las expresiones de la naturaleza liberada. 



La exposición de esculturas de Miguel Isla en el Palacio Pimentel, donde predomina el metal, es titulada por el catálogo como Las ecuaciones de la incertidumbre, en proceso. Ignoro el sentido que el escultor da a esas ecuaciones. ¿Son ecuaciones matemáticas, astronómicas, químicas o se resumen en una metáfora? ¿Todo se concentra en lo incierto de las incógnitas que se esconden a medida que se realiza una obra abstracta, sin prever con claridad el resultado final? ¿Se trata del esfuerzo por hallar un camino entre el espacio y el tiempo? Tal vez los lienzos que ha traído hasta aquí el artista formen parte de las ecuaciones que interrogan.

Decía Eduardo Chillida: "Creo que nadie sabe todavía lo que es el espacio y el tiempo. Algo tan misterioso que no ocupa lugar, que es como un punto que se moviera, un punto sin dimensión que sería el presente y se moviera, pero sin tener dimensión y sin crear ninguna cosa a la que podamos tener acceso". No sé si Miguel Isla va por esa dirección o simplemente me da a mí por imaginarla. En cualquier caso son percepciones mías al contemplar esta pequeña muestra del tesoro expuesto.



















viernes, 29 de marzo de 2024

Fuego en Castilla. José Val del Omar

 



El artista experimental José Val del Omar (Granada, 1904 - Madrid, 1982) se entregó en sus emociones a las imágenes del Museo Nacional de Escultura de Valladolid. En su film documental innovador Fuego en Castilla (1960) indaga en el Barroco castellano y lo remueve en un diálogo del pasado con la modernidad. Las tallas de Alonso Berruguete y Juan de Juni, ubicadas en el Colegio de San Gregorio, son el epicentro fundamental de un recorrido por el pasado cultural que el artista cinematográfico busca interpretar. 

El espectador se deleita con la utilización de recursos técnicos y los efectos de movimiento que pone en acción. El acompañamiento acústico severo y rítmico lo borda, y el zapateado y castañuelas del gran bailarín Vicente Escudero remata ese mundo de afectos y emociones que transmite. 







lunes, 2 de octubre de 2023

Travesía de El signo del gorrión

 


De la Fundación Segundo y Santiago Montes me llega esta comunicación:

"En el invierno de 1993 aparece una revista, editada en León y con sede en Arenas de San Pedro, León y Valladolid, El signo del gorrión, publicada por un grupo de escritores que entonces vivían en esas tres ciudades: Miguel Casado, Olvido García Valdés, Luis Marigómez, Gustavo Martín Garzo, Carlos Ortega, Esperanza Ortega, Ildefonso Rodríguez, Tomás Salvador González y Miguel Suárez. Dentro y fuera de la revista, siempre cerca, estuvo José-Miguel Ullán. La publicación se mantuvo viva diez años, hasta que sus promotores, por distintas razones, decidieron su fin. 




Este libro da cuenta de las raíces, los avatares y algunas circunstancias de esa travesía. Además, ofrece una selección de textos, De fuera, de autores elegidos por los integrantes del consejo de redacción de la revista, y De dentro, textos de ellos mismos que aparecieron a lo largo de sus veintiséis números. En el centro, el ABECEDARIO, un juego colectivo de definiciones patafísicas, cercanas a menudo al poema. Su pretensión es ofrecer una muestra relevante de lo que fue aquella aventura, recordada aún por algunos, y quizá no muy conocida para mucha gente, al cabo de treinta años desde su inicio y veinte de su fin".





viernes, 5 de marzo de 2021

Esas medianerías artísticas que alegran la ciudad

 



Tras un año aciago el paseante quiere parecerse de nuevo a las cuatro estaciones, como diría el poeta Vicente Huidobro. Hemos visto menos la luz, o por lo menos la hemos percibido de otra manera, y los colores de la ciudad probablemente no nos han parecido los mismos. Tampoco hemos podido palpar el bullicio de otros tiempos. Seguimos sin duda entre escepticismos e incertidumbres. Nos miramos los transeúntes con una mirada de paso más fugaz. En ocasiones, por mor de las circunstancias, ni nos reconocemos.

Quiere asomar la primavera y la ciudad llega a esa época del año en que las temperaturas oscilan considerablemente durante las horas del día. Las repercusiones de la pandemia se han cebado en vidas, también en cambios de consumo, consecuentemente golpea negocios tradicionales y expulsa del trabajo a un número considerable de personas. La primavera y luego el otoño y así las sucesivas estaciones seguirán mostrando su rostro natural, sabedoras de que lo han hecho siempre al margen de la existencia de los humanos. Tal vez es esta luz que quiere apresurarse en abandonar el invierno la que nos anima a seguir mirando la ciudad en nuestros paseos. Aunque no sepamos muy bien todavía si podremos reconciliarnos con los viejos usos del pasado.

He aquí algunos de los murales que embellecen las medianerías de edificios en nuestra ciudad. Nada que ver con los grafitis sin ton ni son, feos y ensuciadores. El arte de calidad puede dotar de alegría a muchas paredes a la intemperie y transmitirnos belleza y bienestar al contemplarlas. Es de esperar que no se abandone la idea. Los cinco modelos que aparecen en estas fotografías corresponden a los siguientes espacios. Uno en la calle Gabilondo esquina con Domingo Martínez, de Negro Maravilla. Dos en la zona de Arco de Ladrillo, uno de los cuales está en el edificio que da al solar de la vieja guardería (donde el bar La flor de la Canela) y el otro bajo la mole de cemento del paso elevado sobre el ferrocarril. De los autores Casassola y Chais Martin. Los otros se encuentran en el primer tramo de la calle Mantería empezando por la Plaza España, firmados por Gonzalo Borondo y Man-o-Matic20. Ah, y se ha colado entre todos ellos el mural exótico de Manuel Sierra, en Arco de Ladrillo. Otro día, más.














Enlaces varios:











lunes, 16 de julio de 2018

El río que nos trae. Homenaje mural al Pisuerga




“Su Majestad quiso ver lo que parecía más dificultoso, que era poder, un hombre, trabajar debajo del agua por espacio de tiempo. Así por Agosto del pasado de 1.602, fue con sus galeras, por el río de esta ciudad, al jardín de D. Antonio de Toledo, donde hubo mucha gente. Eché un hombre debajo del agua y al cabo de una hora le mandó salir Su Majestad, y, aunque respondió debajo del agua que no quería salir tan presto porque se hallaba bien, tornó su Majestad a mandarle que saliese. El cual dijo que podía estar debajo del agua todo el tiempo que pudiese sufrir y sustentar la frialdad de ella y el hambre”.

Esto cuenta Jerónimo Ayanz, ingeniero navarro al servicio del rey, y Su Majestad se trataba de Felipe III. La época, el período efímero en que Valladolid fue capital y corte de la monarquía, de 1601 a 1606. Así que aquí tenemos que el río Pisuerga no se limitó a pasar por Valladolid, sino que fue el medio donde en aquellos años se probaron, según parece, diversos ingenios náuticos. No es baladí, por lo tanto, que los dibujantes del mural que se halla junto a la base de la Pasarela del Museo de la Ciencia, eligiesen la figura del buzo para establecer un recordatorio de puentes y anécdotas que han vinculado al río con la ciudad.




Con el epígrafe El río que nos trae, los miembros de la Asociación Pincelart Olid hacen una síntesis del río y la ciudad. Mencionan los más históricos y representativos, el Puente Mayor (1080), Puente Colgante (1864), Puente del Cubo (1954), Puente del Poniente (1960), Puente de la Hispanidad (1999), Pasarela del Museo de la Ciencia (2004), si bien después aún ha llegado alguno más. Y junto a esta mención no podían faltar personajes representativos de la ciudad, las lavanderas de las aceñas junto al Puente Mayor, el Catarro, histórico salvador de vivos y de ahogados en el Pisuerga o los piragüistas.




Creo que el Pisuerga estará agradecido por este homenaje. Hay que recordar que no siempre fue el río propiamente dicho de Valladolid. Que la ciudad, en sus orígenes y fundación por el Conde Ansúrez y durante varios siglos, estaba algo alejada del río, este quedaba extramuros. El río o los ríos de Valladolid eran las Esguevas, esos dos ramales que la atravesaban, uno por el medio, otro más tangencialmente, y del cual se servían los vallisoletanos de la Edad Media. Solo tras la desaparición del amurallamiento y con el crecimiento de la ciudad el Pisuerga empezó a tomar carta de naturaleza como río de cierta envergadura de Valladolid. Así que no es de extrañar que en literaturas y crónicas del pasado ya aparezca con todo su vigor y representación esa corriente que va de Norte a Sur y que acompaña al crecimiento urbano de las últimas décadas.

Un río este nuestro, el Pisuerga, que nos lleva a vecinos de unos barrios a otros, y nos sitúa en todas las direcciones, que está integrado plenamente en la ciudad, que alegra y suaviza con sus riberas frondosas las moles del caserío e invita a través de los senderos de sus orillas a un recorrido que nos aparte del mundanal ruido. ¿Se imagina alguien a estas alturas a Valladolid sin el Pisuerga?











domingo, 1 de julio de 2018

Galería de los oficios en Cadenas de San Gregorio





Nos hemos acostumbrado a ver esculturas pero difícilmente imaginamos a los escultores. Viejas técnicas y nuevas tecnologías coinciden armoniosamente en nuestra época. No es ya aquella pléyade de talleres artesanos, de escultores e imagineros que daban vida a los oficios y a las ciudades en siglos pasados. Pero al menos queda la satisfacción de saber que sobrevive el conocimiento de las técnicas, que se mantiene el aprendizaje y que cohabitan con los desbastados y los vaciados nuevas máquinas de 3D programadas para reproducir innumerables figuras del mercado de consumo de nuestros días. 

La calle Cadenas de San Gregorio de Valladolid ha sido este último sábado de junio una muestra del buen y manual hacer, y nunca mejor dicho, impulsada por CEARCAL (Centro Regional de Artesanía de Castilla y León) La fachada del Museo Nacional de Escultura ha sido testigo del evento. Quien haya pasado por allí y observado el trabajo de alumnos e iniciados tendrá una nueva mirada para la obra escultórica en general, y de las tallas de madera y vaciados de barro en particular.