martes, 13 de septiembre de 2016

Cuando aquellos insignes ya iban a graduarse la vista




Eso parecen decir los personajes recortados en cartón de la fotografía. El paseante no puede pasar por alto el reclamo publicitario de la óptica. Cuando un elemento decorativo ocurrente se suma al mobiliario urbano nos da satisfacción. Si tiene calidad se incorpora a la calle con mayor dignidad y buen gusto que muchos rótulos ordinarios que adolecen de dudosa estética. Si además no está exento de humor, algo que suele escasear hoy día en medio del tránsito veloz de automovilistas y peatones, el círculo del mensaje se cierra gratamente. 

El óptico Jesús Blanco, ya lo tuvo claro desde la apertura del establecimiento. Las gafas gigantes que ocupan el frontis de la bella y trabajada fachada de madera es de esos aciertos que hablan por sí solos. Aunque no hubiera recalcado con letras el producto que vende se hubiera entendido a la primera. Sabe recuperar una vieja tradición de los países europeos donde en otras épocas bastaba con nitidez una imagen y la gente entendía de qué iba un taller o un comercio. El desarrollo de las especificaciones es algo que trajo el siglo XIX.

Disfruten de esa esquina a tres calles, entre la Plaza de Fuente Dorada y el comienzo de Cánovas del Castillo y la Bajada de la Libertad. ¿No suavizan más sus líneas esas austeras balconadas de la ciudad histórica, huérfanas casi todas de macetas que alegren los ojos? 

Nota. Esto no es publicidad. Es reconocimiento a una iniciativa tan particular como ingeniosa.